Por Rocko
Es miércoles y el cuerpo lo sabe.
¿Y qué es lo que sabe?
Sabe que es mitad de semana, que Bogotá es densa por naturaleza. Sabe que el Centro de la ciudad es al caos lo que Uribe al para militarismo (el que lo entendió, lo entendió). Sabe que gratis no es igual que regalado y sabe el cuerpo, también, que la semana del Bogotá Music Market BOmm está siempre cargada de encuentros, experiencias, anécdotas y descubrimientos asombrosos en lo que a música se refiere.
Desde hace un par de años, el rock pesado, como le han llamado algunos, está caracterizado por estruendosas guitarras, distorsiones, riffs veloces, percusiones que ametrallan y voces que han encontrado en el grito y la potencia un vehículo cómodo para liberar su inconformidad.
Es miércoles y es agosto, y Bogotá es más fría que de costumbre. Las bandas que vienen ganándose a pulso los espacios en escenarios nacionales e internacionales han preparado su mejor show para mostrar en este mercado musical todo su talento, su versatilidad, dejando ver las incontables horas de ensayo y hasta las múltiples rencillas internas superadas, todo con el fin de que algunos festivales, medios, sellos, bookers u otros agentes posen ojos y oídos sobre ellos y ‘se les dé’ una oportunidad en esta industria casa vez más popular y ¿organizada?
Sobre las tablas van Aeternal Nox, Pshycho Mosher, Devasted, Victimized y Perpetual Warfare.
En ese orden, diré que:
Aeternal Nox se postula como una agrupación dedicada y comprometida con su búsqueda sonora, con una fuerte presencia en la voz y el bajo, guitarras que oscilan entre timidez y agresividad, y una base rítmica que jala con rudeza.
Pshycho Mosher, los indiscutibles destacados de la noche, incentivaron la polvareda entre el lugar al desatar desde sus primeros segundos la euforia de los amantes del thrash patineto.
Su vocalista se mostró segura, alegre, conectó fácil con el público y gozo ‘de lo lindo’ acompañada de una banda que sonó amarrada, limpia, con cortes precisos y particular sincronía.

Le siguieron en turno los maniáticos de Devasted, quienes ayudados de una performancia rigurosa , mantuvieron la dicha y el baile metalero entre la concurrencia.
Victimized tardó un poco más en estar listos, sin embargo la espera fue compensada con rápidos riffs y tupa-tupas secos que le prendieron el motor a más de uno e hicieron que la noche tomara un cálido propósito festivo.
La experiencia sobre tarimas es algo que viene dentro del paquete cuando de Victimized se trata, así que lo raro hubiese sido no disfrutarlo pelando diente y abrazándose con las miradas con el prójimo enardecido.

El cierre -que bien podría ser el comienzo de mucho- estuvo a cargo de Perpetual Warfare, una banda colombiana con gran número de presentaciones internacionales y que, tras su reciente gira europea, no vaciló en convocar a los asistentes en torno al pogo.

Foto: Catalina Ramírez

Foto: Catalina Ramírez
Esta banda, destacada por su energía desbordante en escenario y su entrega irrefutable, también estrenó la canción Brainless Plague, segundo corte del lado A del formato de vinilo que tendrá su próximo disco y que seguro formará parte de los playlist futuros, porque sirvió para lo que realmente sirven los estrenos en vivo: dejar claro que el álbum en camino está hecho con toda la pasión y el profesionalismo que todos los altibajos del camino les han permitido adquirir y adaptar.
Y todo eso pasó en una noche de miércoles.
Lo que faltaba era más de lo que merecía el cuerpo.
Jueves y en el BOmm había ganas, amor y orgullo patrio.
(¡Qué termino más mañé para hablar de música, lo sé!)
Morirse, muchas veces, pareciera el camino más sensato para apreciar la vida. Y, aunque suene un tanto incongruente, solo al estar al borde de la muerte o después de haber estado jugando tintín corre-corre en los timbres del cielo y el infierno es que se valora el tan ignorado respirar tranquilos.
Con una enseñanza de vida y muerte, llegó a la tarima de las Noches BOmm la agrupación Lurdez, artífices de un post punk con líricas introspectivas y presentando nuevo integrante en su alineación a través de su cantante -sobreviviente del cáncer-, dieron fe no solo de los milagros y designios divinos, sino de una voluntad enorme por poner la resiliencia como bandera. Y, para no desentonar, la bandera de Palestina adornó su cierre gritando lo que medio mundo grita y el otro medio ignora.
Solo quien vuelve de la muerte logra elevados grados de empatía humana.

Al estrado subieron los jóvenes de Epilepsia, una banda que teje su sonido entre el hardcore y florituras agresivas y densas. Recibidos con cariño por el público, seguro cautivaron algunos nuevos seguidores y una que otra mirada de los ‘duros’ que vienen a pescar talento y seguridad escénica.
Syracusae plasmó no solo la emoción de volver a las tarimas del país tras su plausible presentación en Copenhell, sino que dedicó una actuación emotiva ante los seguidores de la banda qué, coreando, pogueando y saltando, dijeron a los artistas ‘aquí estamos con ustedes’.
Con el respaldo y seguridad de su vocalista -quien no teme en asuntos de interacción con la gente- Syracusae entero se soporta y afianza su identidad sonora desde unas melodías estudiadas con paciencia y una batería que matiza malabares entre brillos y remates sólidos.
Luego en tarima los ‘cancheros’ de Eshtadur quienes han sorteado ya muchas mareas por fuera del continente y han mantenido la atención en una ejecución limpia, respetando la precisión de sus cortes, silencios y matices, enganchando a los asistentes en un silencio que, a riesgo de ser indiferente, refleja la admiración y cariño por los proyectos de calidad.
No cabe duda que su camino en la música posee una alfombra que ellos mismos cuidan día a día y es esto lo que les permite andar con la frente en alto y orgullosos de la labor hecha materializado la obra de sonido extremo y oscuro. ¡Gracias, cuervos!
No íbamos a cerrar esta noche sin la presencia imponente y deslumbrante de las poderosas Highway, quienes cuentan siempre con sus fieles seguidores que se corean las canciones de principio a fin. Carolina Portela en la guitarra, Beth Martínez en la voz y Lina de la Parra en el bajo, fueron la cuota femenina que bien podría describirse como la cereza del pastel para una noche que cautivó a jóvenes y no tan jóvenes.
Las Noches BOmm en su edición 2025 son cada vez más esperadas y concurridas, un espacio agradable para el relacionamiento y las oportunidades, para compartir, conocer proyectos sonoros y afianzas los vínculos entre agentes de la industria musical.
Gracias Bogotá, gracias BOmm y gracias Rock and roll por siempre acompañar la vida.

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